El aborto involuntario: Cómo superar la pérdida de un bebé

Celia Arroyo

Psicóloga y psicoterapeuta

Carmen acaba de perder el bebé que esperaba. Es la segunda vez que tiene un aborto, tiene 35 años y hace tres que ella y su marido intentan tener hijos.

Después de año y medio intentando quedarse embarazada, la pareja se hizo unas pruebas de fertilidad que revelaron algunos problemas en el esperma de él. Entraron en lista de espera para un tratamiento de fecundación in vitro pero antes de que les llegara el turno, Carmen se quedó embarazada de manera natural. No lo esperaba, estaba feliz e ilusionada. La felicidad duró 8 semanas, hasta que a través de una ecografía supo que el corazón de su bebé había dejado de latir.

Cuando se enteró sintió frustración y rabia, “¿por qué a mí?”. Se preguntaba como tantas otras mujeres en su situación. “Estaba enfadada con mi cuerpo porque no había sido capaz de hacer el trabajo que tenía que hacer para que el bebé sobreviviese”. Este sentimiento también es muy común entre las mujeres que tienen un aborto espontáneo.

Algunas se sienten traicionadas por su cuerpo mientras que otras van más allá y experimentan culpa: “Si aquel día no hubiese salido a montar en bicicleta, si no hubiese cogido aquella caja…”. Siempre ese “y si…”. Carmen contaba con el apoyo de su marido, sin embargo esto no es siempre así.

Hay mujeres que tienen la desgracia de que sus parejas alimenten este sentimiento de culpa o incluso lo induzcan: “Si no hubieras… Si me hubieses hecho caso… Si hubieses sido más prudente…”. Ellos también sufren, eso es obvio y comprensible, pero culpar a su mujer de la pérdida del bebé es una crueldad que sólo traerá más sufrimiento.

En el momento en el que una mujer es consciente de que está embarazada, toda la responsabilidad de los cuidados en relación a la gestación recaen sobre ella. Por eso es muy importante saber diferenciar entre responsabilidad y culpa. La responsabilidad es el acto consciente de cuidarse, de alimentarse adecuadamente y seguir las pautas del médico. Y esto no sólo tiene que ver con el buen transcurso de la gestación, sino que es un periodo de preparación psicológica para la maternidad. Pues la maternidad va a exigir renuncias y la incorporación de un nuevo estilo de vida en el que el protagonista va a ser el bebé y su bienestar.

La culpa nada tiene que ver con la responsabilidad. Es una emoción ligada a un contexto moral, con connotaciones negativas.

También es importante distinguir entre la culpa autoinducida y aquélla que proviene de los mensajes del entorno, bien sea la pareja u otros familiares, como los padres o los suegros. La culpa autoinducida es un mecanismo de defensa, un intento de la mujer de recuperar el control de su vida y sus emociones. Según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, alrededor del 20% de los embarazos no llegarán a buen término y en la inmensa mayoría de los casos esta circunstancia nada tiene que ver con conductas negligentes de la mujer. Por eso, la culpa autoinducida es un mecanismo de recuperar el control, “si ha sido culpa mía, entonces puedo controlar que no vuelva a pasarme en el futuro”. Este sentimiento es normal y debemos permitir que la mujer lo exprese, pero devolviéndole siempre que no fue culpa suya, que no hizo nada mal.

La culpa inducida por terceros es un maltrato psicológico que dificultará el proceso de duelo que toda mujer tiene que hacer tras perder un bebé y que pone en riesgo su salud mental, pudiendo desembocar en estados depresivos.

Otra emoción frecuente en las mujeres que sufren abortos involuntarios es la envidia. A menudo les cuesta alegrarse por los embarazos y/o nacimientos que se producen en su entorno. Este sentimiento es absolutamente normal y pasajero. A su sufrimiento se añade el miedo a ser una mala persona por sentir lo que sienten, y de nuevo algunas pueden recibir reprimendas cuando expresan sus emociones que son absolutamente legítimas en esa situación.

El papel de la pareja y del entorno para superar el dolor de perder un bebé es fundamental. La pareja ha de estar más unida que nunca. De hecho, el intento frustrado de tener hijos es una condición que puede deteriorar la relación de pareja y llevar incluso a una ruptura. Es importante que ambos expresen sus sentimientos y puedan llorar y/o enfadarse juntos. El apoyo mutuo es fundamental.

Otro error que puede cometer el cónyuge es hacer como si no hubiera pasado nada. Quitarle hierro al asunto es deslegitimar todo el cúmulo de emociones que experimenta una mujer ante la pérdida del bebé que esperaba. Algunos hombres evitan hablar del tema y, en su bienintencionado intento de animar a su pareja, se centran en el próximo embarazo. Muchas mujeres se sienten solas al no poder hablar con su pareja de su sufrimiento.

Como en todo duelo, la mujer necesita un tiempo para asumir la pérdida. Este tiempo va a ser diferente en cada persona y es importante respetarlo.

Hay varios factores que influyen en el proceso. Por ejemplo, la situación es diferente para una mujer que ya tiene hijos que en una madre primeriza. No es que el dolor de las mujeres que ya han sido madres sea menor, sino que ellas han tenido la experiencia de haber podido llevar a buen término un embarazo. Por el contrario, en el caso de las mujeres que no han tenido hijos, la ansiedad y el miedo a que la experiencia se repita, y a no poder alcanzar su sueño de ser madres, complican el proceso.

Andrea estaba embarazada de 20 semanas cuando perdió a su bebé. Pese a saber que el feto no sería viable, tuvo que permanecer ingresada varios días en la unidad de maternidad hasta que llegó el momento del parto. Fue un parto largo y doloroso. Su caso es poco frecuente, pues tras las primeras 12 semanas, el riesgo de aborto involuntario disminuye significativamente.

Recuerda el sufrimiento que supuso escuchar el llanto de los recién nacidos y la alegría del resto de mujeres que daban a luz bebés sanos mientras ella esperaba un parto sin final feliz.

Seis meses después, Andrea volvió a quedarse embarazada. Pese a que su médico le había dicho que no había ninguna circunstancia que hiciera pensar que pudiera volver a perder el bebé, ella estaba asustada. “Iba con mucho miedo, estuve todo el embarazo en casa, me daba miedo salir a la calle, el médico me decía que podía hacer cosas pero yo no quería […]; hasta la semana 35 no compré nada”. Andrea dio a luz a un niño sano y posteriormente volvió a quedarse embarazada de nuevo. En esta ocasión no tuvo el mismo miedo, tenía la experiencia de haber llevado un embarazo a buen término. Hizo vida normal y dio a luz a una niña sana.

Por último, me gustaría agradecer a todas las mujeres que han compartido conmigo la dolorosa experiencia de perder un bebé. Ellas son las protagonistas de este artículo que espero sea de utilidad para quienes hayan pasado o tengan que pasar por la misma situación.

Para reflexionar:

  • El aborto espontáneo es una experiencia dolorosa que como cualquier pérdida implica un proceso de duelo. La duración e intensidad del mismo será diferente en cada mujer.
  • Algunos de los sentimientos más comunes tras perder un bebé son la frustración, la rabia, la culpa, la envidia y la tristeza. Son sentimientos normales y es importante poder expresarlos y compartirlos con nuestros seres queridos.
  • La pareja va a jugar un papel fundamental, facilitando o dificultando el proceso de duelo.
  • Cuando el proceso de duelo se enquista o no podemos expresar nuestros sentimientos de manera segura en nuestro entorno, conviene consultar con un profesional.
  • Las mujeres que sufren un aborto involuntario y no han tenido hijos anteriormente suelen sufrir mayor estrés en los siguientes embarazos que aquéllas que ya han sido madres.