Amor 2.0: Relaciones virtuales

Celia Arroyo

Psicóloga y psicoterapeuta

La llegada de internet ha superado las barreras del espacio-tiempo. En este momento podemos hablar en tiempo real con gente de cualquier lugar del mundo, por lo que estamos en condiciones de afirmar que nuestras posibilidades de interacción son prácticamente infinitas.

Las relaciones virtuales son aquéllas que no necesitan un espacio físico. Transcurren en el ciberespacio. Algunas pueden ser el preámbulo de la construcción de una relación real, es decir, una relación donde las personas lleguen a conocerse cara a cara. Sin embargo, cada vez es más frecuente encontrar personas que confinan su relación a un espacio virtual, de forma que nunca llegan a encontrarse físicamente.

Internet surge en los años 70 como un experimento militar y no es hasta los 90 cuando empieza a utilizarse como la herramienta de comunicación que conocemos hoy en día. Sin embargo, podemos encontrar antecedentes a estas relaciones virtuales. Pongamos por ejemplo el caso de las ‘madrinas de guerra’, que muchos de los lectores recordarán de la guerra civil española, pero que ha tenido lugar en muchos otros conflictos bélicos. Las ‘madrinas de guerra’ eran señoritas que se ofrecían voluntarias para escribir cartas a los soldados que no tenían novia. El objetivo era levantar la moral del soldado y ayudarle a soportar una situación emocionalmente dolorosa. En más de una ocasión, el contenido de las cartas iba incrementando el nivel de intimidad, dando lugar a una correspondencia romántica. Algunas de estas relaciones epistolares se transformaron en reales cuando los soldados regresaron del frente, dando lugar incluso a felices matrimonios. Otras acabaron cuando acabó la guerra, sin que el soldado y la madrina llegaran si quiera a conocerse.

Comentaba Jose-Miguel Fernández-Dols en el coloquio ‘La psique del amor’ que “en Inglaterra, antes del siglo XIX, todas las parejas se formaban en un radio de aproximadamente una milla en torno al lugar de residencia de la persona que estaba buscando pareja; con la invención de la bicicleta, ese radio se aumentó a unos 60 km”. El desarrollo de la tecnología aumenta el radio en el cual se puede conocer a una pareja.

La llegada de internet y las redes sociales han hecho que nunca haya sido tan fácil emparejarse, de la misma manera que nunca ha sido tan fácil romper con alguien. A modo de metáfora, comenta Zygmunt Bauman: “Uno siempre puede oprimir la tecla delete”. Esto último no se refiere únicamente a las relaciones virtuales, sino que puede aplicarse también a las relaciones reales (entendiéndose en este caso por reales, aquéllas que tienen lugar en el plano físico). Antes, al emparejarnos con personas tan cercanas a nuestro radio, éstas mantenían fuertes lazos con nuestro entorno, de tal forma que romper con el hijo del panadero implicaba una importante presión social. Ahora esa presión ha desaparecido e incluso hay quien rompe una relación por correo electrónico o su variante moderna, el SMS o WhatsApp.

El infinito abanico de posibilidades para encontrar nuevas parejas afecta a la capacidad de comprometerse. En esta nueva realidad virtual, aumentan las dudas de si podríamos haber encontrado a alguien mejor, especialmente cuando surgen los problemas que tienen lugar en toda relación de pareja. La renuncia a tantas oportunidades es un fenómeno nuevo que va a influir en los usos y costumbres relacionales.

Como seres humanos, tenemos dos necesidades en conflicto. Por un lado, la necesidad de independencia y, por el otro, la de no estar solos. La era virtual nos permite satisfacer ambas necesidades, dado que podemos estar conectados pero a distancia. Las ciberrelaciones son la culminación de esta idea. Su calidad ha sido puesta en duda por muchos sociólogos y pensadores como el citado Bauman con su concepto del “amor líquido”. Su postura invita a una profunda reflexión. Como señala Román Gubern en su libro ‘El eros electrónico’, “la materia prima de la comunicación en la red es la escritura, un sistema gráfico que Freud calificó lucidamente como ‘la palabra del ausente’”. Lo que está ausente en las relaciones virtuales es el cuerpo; en ellas, el amor y el sexo forman parte de la razón, del pensamiento. Lo sensorial está ausente, no se huele al otro, ni se le acaricia, ni se le toca, ni se comparten miradas.

Comenta Gubern que la comunicación escrita hace retroceder el coqueteo al epistolario romántico del siglo XVII; esto produce el llamado “efecto Cyrano” del que ya hemos hablado en otras ocasiones. La ausencia de la comunicación no verbal produce un aumento de la confidencias. Se genera una sensación de intimidad muy grande, de manera que si las personas llegan a conocerse, a menudo se llevan una gran decepción. De hecho, muchos ciberamantes no quieren conocerse por miedo a causar o experimentar una decepción.

El cibersexo es el sexo más seguro posible. No sólo en la medida en que no se pueden contraer enfermedades de transmisión sexual, ni hay riesgo de embarazo, sino que tampoco se corre el riesgo emocional que implica entregar el cuerpo a otro ser humano.

En palabras de Gubern, “la eliminación de la comunicación cara a cara en la red permite la seducción, pero obstruye las relaciones sexuales tradicionales, que involucran esencialmente la tactilidad. Pues lo tradicional en los seres humanos, no se limita al campo del decir, sino que se extiende sobre todo al del hacer, que define nuestra identidad en relación con los otros”.

Las ciberrelaciones pueden usarse como un entretenimiento o un sucedáneo contra la soledad. Pueden cumplir la misma función que cumplían las relaciones entre los soldados y sus madrinas, la de proporcionar la sensación de que hay alguien en el otro lado que nos piensa. No hay nada de malo en ello. El problema surge cuando las personas no son conscientes de las limitaciones de las situaciones virtuales y creen que su relación virtual es equiparable a una relación real. Esto sucede muy a menudo, causando un gran dolor.

Para reflexionar:

  • Internet modifica nuestra manera de relacionarnos, nuestras posibilidades de encontrar pareja aumentan exponencialmente, lo que afecta a la decisión de comprometerse.
  • Las ciberrrelaciones dejan de lado el cuerpo y lo sensorial, en ellas prevalece la comunicación verbal.
  • Es importante conocer las características de las relaciones virtuales y sus diferencias con las que suceden en plano real, para evitar malentendidos y decepciones que puedan causarnos sufrimiento.

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