¿Qué comer cuándo nos da miedo engordar?

La psicóloga Celia Arroyo entrevista  a Mariana Álvarez, responsable de la unidad de nutrición del Instituto Palacios.

C.A.: La necesidad de comer y el miedo a engordar constituyen una de las principales paradojas de la sociedad actual. ¿Qué papel desempeña el nutricionista en este orden social de amor-odio hacia la comida?

M.A.: El Dietista-Nutricionista, es un profesional de la salud  y una de sus funciones es enseñar a comer, lo que denominamos “educación alimentaria y nutricional”. Vivimos en un mundo de saturación de información, a través de internet, de las revistas o de lo que comen las celebrities nos encontramos con dietas milagrosas, alimentos prohibidos y alimentos con cualidades casi mágicas. Paradójicamente estamos más desinformados que nunca y ahí es donde el nutricionista tiene un papel clave porque es quien puede dar información verídica que en muchas ocasiones  choca con los mitos y las falsas creencias que hay en torno a muchos alimentos. Además puede adaptar la alimentación a la persona y no a la inversa, diseñar un programa de alimentación adaptado a las necesidades de cada persona, y en estas necesidades no sólo se incluyen las nutricionales sino que se pueden negociar necesidades psicológicas como los deseos y los miedos de las personas que nos consultan.

C.A.: Cuando pensamos en el miedo a engordar enseguida nos viene a la cabeza la anorexia y la bulimia, ¿En su experiencia, este miedo es exclusivo de personas que padecen un trastorno de alimentación o se produce también en “mujeres sanas”?

M.A.: Si nos fijamos en las estadísticas, mucho más de la mitad de las personas, y especialmente las mujeres no están satisfechas con su imagen corporal, por lo tanto no es necesario padecer anorexia o bulimia para que nos preocupe engordar. La  mayoría de las personas que vienen a la consulta para perder peso presentan este miedo, incluso quienes presentan un peso saludable. Además dentro de los trastornos alimentarios, existe una categoría que denominamos TANE (Trastorno alimentario no específico) que abarca los desórdenes del comer que no concuerdan con los criterios diagnósticos de anorexia  o de bulimia, pero que comparten algunos rasgos con éstas, como la preocupación extrema por la imagen corporal y prácticas reiterativas de control de peso.

C.A.: Estoy completamente de acuerdo, Mariana. Creo que es muy difícil cuantificar cuántas mujeres presentan un trastorno de la conducta alimenticia sin especificar. Desde la psicología sabemos que en el acto de comer se ponen en juego muchas cosas: el  placer, la culpa, la ansiedad, la fantasía de controlar a través de lo que comemos nuestra salud, nuestra imagen y nuestra relación con nuestros seres queridos. Es un tema muy complejo que no se restringe sólo a la anorexia y a la bulimia, pero sí sabemos que someterse a dietas restrictivas constituye un factor de riesgo para desarrollar estos trastornos, por eso el trabajo de los nutricionistas es tan importante y tan complicado. ¿Cuáles son las principales dificultades que te encuentras a la hora de trabajar con personas que sí padecen un trastorno de alimentación del tipo anorexia o bulimia?

M.A.: Bueno, desde luego es un reto, la mayor dificultad es que tienen la idea de que el nutricionista sólo quiere hacerles engordar, especialmente cuando el perfil de la paciente es de tipo restrictivo.  Es importante desmontar esta idea, los nutricionistas nunca vamos a fomentar el sobrepeso porque es saludable estar delgado, no somos el enemigo sino el aliado para estar delgado de manera saludable. Creo que en el trabajo con estos pacientes es fundamental crear un vínculo siendo empáticos, haciéndoles saber que entendemos sus miedos y su sufrimiento. La confianza entre el paciente y el nutricionista es fundamental. En mi experiencia cuando los pacientes confían en ti y van consiguiendo pequeños logros se sienten mejor y hay que aprovechar para motivarles y hacerles ver cómo se van a sentir cuando superen el problema, que vean todo lo que van a ganar y no lo que van a perder.

C.A.: En tu experiencia como nutricionista ayudando a mujeres que padecen trastornos de alimentación como anorexia y bulimia, ¿Cuáles son las principales creencias falsas en relación a la alimentación que presentan estas personas?

M.A.: Son personas que por lo general antes de caer en el trastorno, han hecho muchas dietas y tratamientos inadecuados sin un sustento científico, a veces muy restrictivos o con las típicas “listas de prohibidos/permitidos” que van demonizando a los alimentos y perpetuando mitos. Las creencias que con más frecuencia se presentan son: que los hidratos de carbono no deben consumirse,  que las grasas deben limitarse a los productos “ligth” y  que los grupos de alimentos no deben mezclarse, por ejemplo: no tomar proteínas junto con hidratos de carbono. También hay mucha tendencia a consumir exclusivamente productos ecológicos o “bio”. Pero además son pacientes que tienen sus “propias creencias” como: tomar alimentos de un mismo color, o cantidades de alimentos en número par/impar, comer sólo en un rango horario determinado, etc.

C.A.: A menudo, el entorno de la persona que sufre un trastorno de alimentación está tan preocupado porque la persona coma que producen rechazo en la persona que sufre el trastorno ¿Qué les diría a los familiares y amigos? ¿Cómo pueden ayudar?

M.A.: Muchas veces los padres se sienten culpables, deprimidos y desesperados. Es normal, están tan asustados que quieren hacer comer a sus hijas de cualquier forma, un error frecuente   es dejar que se salten una comida a cambio de comer un alimento calórico como una chocolatina porque ya no saben qué hacer, es normal, pero no es lo adecuado en estos casos, por eso es muy importante buscar ayuda profesional. Es fundamental acudir a un equipo multidisciplinar integrado por psicólogos, nutricionistas y psiquiatras que estén especializados en este tipo de situaciones. La familia va a ser una parte clave del proceso de recuperación, tendrán que participar activamente siguiendo las pautas de los expertos con firmeza y eso es difícil, muy difícil, por eso es conveniente que como padres reciban un refuerzo psicológico. En algunos casos el mismo grupo que atiende a sus hijos se ocupa de que ellos estén asistidos.

C.A.: ¿Podría darnos algunas pautas nutricionales para la prevención de los trastornos de la alimentación en el entorno familiar?

M.A.: Creo que la comunicación en la familia es una pieza fundamental, comer es un acto personal y social, comer juntos en familia es importante y es algo que se está perdiendo. El hecho de compartir la mesa, sentarse todos a la vez, comer la misma comida y fomentar esa costumbre que se hereda de generación en generación no sólo es bonito sino que es sano y previene la aparición de trastornos de alimentación. Tenemos que tener muy en cuenta que nuestros hijos no hacen lo que les decimos sino lo que nos ven hacer. Si ven que uno de sus padres no se sienta a la mesa o se sienta con un yogurt, o están constantemente a dieta, es probable que en algún momento lo imiten porque es lo que han aprendido. Y éste es un patrón que se repite una y otra vez en los trastornos de la conducta alimenticia. Cuando preguntamos a las familias como comen o cenan, la respuesta en la gran mayoría de los casos es que cada uno por su lado, frente al ordenador o la tele o directamente alguien no come… y lo achacan al ritmo de vida, a los horarios, a que a uno le gusta una cosa y al otro otra. Tenemos que procurar que al menos una de las comidas del día la haga la familia al completo, alrededor de una mesa y a poder ser sin tele, ni móviles, porque de esta manera estamos transmitiendo a nuestros hijos que la comida tiene un momento y un lugar, una importancia en nuestras vidas, que es algo que hay que cuidar.