Cómo poner límites a nuestros hijos

El éxito en la educación de un niño reside en proporcionarle amor y disciplina a partes iguales. La combinación de ambos elementos crean un entorno seguro, un espacio de protección que permitirá al niño desarrollar una sana autoestima.

En el artículo de la semana pasada, hablamos de la importancia que cumplen los límites en el desarrollo afectivo de nuestros hijos. Crecer sin ellos puede ocasionar dificultades para desarrollar empatía y amar en la edad adulta. La ausencia de límites en la infancia predispone a entrar en relaciones de sumisión, a desarrollar depresión, ansiedad, conductas violentas y adicción al alcohol y otras drogas.

En el artículo de hoy vamos a explicar cómo aplicar la disciplina en la educación de nuestros hijos. Lo primero que debemos tener en cuenta es que los límites son un derecho de los hijos, no de los padres.

Por ejemplo, si una pareja manda a su hijo de 14 años a las 20:00 a la cama porque desean estar a solas no se puede decir que estén poniendo límites a un adolescente, no sólo por lo inadecuado del horario sino porque la razón no es educar sino sacar un beneficio. Lo mismo sucede con el exceso de tareas domésticas que algunos padres exigen a sus hijos bajo el pretexto de que aprendan a ser responsables. No es lo mismo pedirle a un niño que haga su cama y recoja su plato que exigirle que limpie la casa porque sus padres trabajan muchas horas. Es importante distinguir las necesidades de nuestros hijos de las nuestras, son sus necesidades las que deben orientarnos a la hora de establecer los límites.

Una manera de establecer los límites en la práctica es estableciendo normas. Y un buen ejercicio para saber si estamos poniendo límites adecuados a nuestros hijos es reflexionar sobre qué normas hemos establecido que deben de cumplir y qué consecuencias tiene no cumplirlas.  Sugiero al lector interesado que se detenga aquí, tome papel y lápiz y conteste a estas tres preguntas:

  1. ¿Qué normas impongo a mis hijos?
  2. ¿Qué consecuencias tiene cumplirlas?
  3. ¿Qué consecuencias tiene no cumplirlas?

Quienes hayan podido contestar las tres preguntas, van por el buen camino, pues las normas y sus consecuencias deben ser explícitas y conocidas por padres e hijos. Para aquellos que no hayan podido contestar, nunca es tarde para elaborar una lista. Puede ser útil hacerlo por áreas, por ejemplo:

  • Normas relacionadas con los hábitos de comida, higiene y sueño
  • Normas relacionadas con la convivencia familiar
  • Normas relacionadas con el estudio
  • Normas relacionadas con el ocio y tiempo libre
  • Normas relacionadas con el uso de las nuevas tecnologías

Una vez que hemos hecho un listado de normas, debemos asegurarnos de que éstas cumplen las siguientes características:

  1. Las normas deben ser necesarias, es decir, deben tener un objetivo claro en la educación de nuestros hijos, no se trata de demostrar quién manda.
  2. Las normas no deben ser excesivas. Si ponemos demasiadas normas, probablemente ninguna se cumplirá.
  3. Las normas deben ser claras. Por ejemplo, la norma no puede ser “portarse bien” o ser “un buen estudiante”. Estas normas son muy ambiguas ¿qué significa ser un buen estudiante?, ¿hacer los deberes todos los días? ¿sacar sobresaliente? ¿aprobar todas las asignaturas?
  4. Las normas deben estar basadas en conductas: En lugar de decir “ayudar en casa” es mejor decir “Tienes que poner y quitar la mesa”.

Debemos de pensar también cuáles serán las consecuencias de trasgredir las normas y tener en cuenta que éstas deben ser proporcionales al incumplimiento, ni mayores ni menores. No es lo mismo no entregar un trabajo escolar, que falsificar la firma de los padres en la entrega de las notas y las consecuencias por tanto han de ser distintas.

Las consecuencias nunca deben incluir castigos físicos, humillaciones o retirada de afecto. Algunos padres dejan de hablar a sus hijos cuando se enfadan con ellos, esto es un error que puede traer consecuencias emocionales negativas.

Si hemos hecho una lista de normas y hemos verificado que cumplen las cuatro condiciones anteriores, el siguiente paso es comunicárselas a nuestros hijos.

¿Cómo debemos hacerlo?

  1. Con afecto y tranquilidad y explicando por qué creemos que es importante cumplir la norma.
  2. Con anticipación. Nuestros hijos deben conocer de antemano las consecuencias de cumplir o trasgredir las nomas, de esa manera les ayudamos a ser responsables, puesto que las consecuencias de sus actos dependerán de ellos. Una manera eficaz de poner las normas con anticipación es comunicárselas a nuestros hijos y escribirlas en una pizarra a la vista de todos.
  3. Con coherencia. Por ejemplo si hemos establecido que la norma es hablar sin gritar y nosotros hablamos gritando estamos siendo incoherentes. Tenemos que poder cumplir las normas que establecemos para nuestros hijos, de lo contrario les estaremos dando un mensaje ambiguo.

Ahora viene lo más difícil de todo. ¿Qué pasa cuando nuestros hijos trasgreden las normas que hemos establecido y que ellos conocen? La trasgresión de la norma debe tener las consecuencias que dijimos que tendrían. Hay una serie de pautas que debemos seguir a la hora de aplicar las consecuencias de trasgredir las normas:

  1. Mantener el control emocional. Es importante mostrarnos firmes pero sin gritar, llorar o insultar a nuestros hijos.
  2. Ser constantes. Si aplicamos las consecuencias unas veces sí y otras no, no servirá de nada, es más, estaremos incrementando las consecuencias de que las normas vuelvan a transgredirse. También es importante aplicar la consecuencia hasta el final. Imaginemos que castigamos a nuestro hijo sin salir el fin de semana, pero cuando llega el domingo nos sentimos culpables y levantamos el castigo. De nuevo estamos dando un doble mensaje.
  3. Las consecuencias deben aplicarse inmediatamente después a la transgresión de la norma.

Otro error frecuente y muy grave es cuando uno de los progenitores no respeta la autoridad del otro y cambia la consecuencia. Esto sucede con más frecuencia cuando los padres están separados. Es importante llegar a un acuerdo sobre los límites en la educación de los hijos y no vulnerar la autoridad de la pareja o expareja.

Recomendaciones de interés general:

-Nistch.C.: ‘Límites a los niños: cuándo y cómo’. MEDICI