En la consulta de sexología vemos que las actitudes hacia el sexo han evolucionado. Tratamos los problemas de siempre como la eyaculación precoz, la falta de erección o disfunción eréctil, la anorgasmia, el vaginismo y los problemas de relación de pareja. No obstante, han ido apareciendo una serie de nuevas demandas muy diferentes, como son los problemas relacionados con la disminución, inhibición o falta de deseo sexual femenenino en mujeres maduras.
Las causas u orígenes de la falta, inhibición o disminución del deseo pueden ser múltiples y muy variados. Por eso, hay que estar muy atentos a la descripción de los síntomas que traen las pacientes a la consulta.
Hace veinte años, aproximadamente, no oíamos quejas sobre la falta de deseo sexual femenino. Las demandas solían ser por problemas de erección o de eyaculación precoz, pero ellas no acudían a la consulta para buscar alguna solución a un problema como la falta de deseo sexual. Todo lo más, se producía una queja de los maridos sobre la falta de ganas o de disponibilidad para el sexo de sus mujeres, que achacaban, normalmente, a la edad o la educación que éstas habían recibido, ya que el sexo estaba entonces al servicio de la reproducción y de la satisfacción de los varones.
Ellas no se planteaban que su deseo sexual hubiese cambiado con los años ni con las experiencias personales vividas. Se vivía el sexo a través del deseo del varón, se complacía el deseo de la pareja y en esa complacencia podía haber satisfacción física. Las mujeres se quejaban de no sentir nada, de no saber cómo era un orgasmo.
Caso 1
– María vino a nuestra consulta cuando cumplió los 50 porque «No me quiero quedar sin saber lo que es esto de conseguir un orgasmo; llevo toda la vida con mi marido y nunca he perdido la esperanza de experimentar un orgasmo. Mis relaciones han sido satisfactorias pero nunca he sabido lo que es esa sensación de placer a través de la vagina y del clítoris» –
María contaba con la complicidad de su marido, pero éste no sabía que hacer para complacer a su mujer. Ella no sentía nada y el mero hecho de contemplarse sus genitales con la ayuda de un espejo le producía rechazo. La terapia partió de una información y reeducación básica sobre la forma de funcionamiento del cuerpo femenino, lo que le permitió adquirir confianza y sentirse segura de su parte femenina y más sensual, y expresarse como mujer sensual y sexual. Fue adquiriendo lo que nosotros llamamos «Autoestima sexual»
Las relaciones sexuales precipitan toda clase de emociones, positivas y negativas, conscientes e inconscientes. Desencadenan las memorias conscientes e inconscientes de los primeros encuentros inocentes llenos de ternura, pero también las memorias conscientes e inconscientes que encierran los deseos más oscuros, que son desconocidos incluso para uno mismo.