Se trata de un estado fundamentalmente doloroso, no articular, un verdadero reumatismo de partes blandas que afecta, sobre todo, a los músculos en forma de dolor generalizado y una exagerada sensibilidad a la presión digital, en múltiples puntos predefinidos de la anatomía (ver foto). Se asocia con fatiga o astenia permanente, sueño frágil, no reparador, rigidez generalizada y un cortejo amplio de síntomas corporales y psíquicos. La prevalencia calculada en la población española es de 2.7%, las más afectadas son las mujeres (1.9%).
La fibromialgia puede llegar a confundírsele con síndrome de fatiga crónica, que también es más prevalente entre las mujeres en etapa de climaterio. Sin embargo, el síndrome de fatiga crónica y el de fibromialgia son dos padecimientos distintos, aunque con síntomas clínicos a veces coincidentes. Un rasgo común de ambas manifestaciones es que, a menudo, son acompañadas por una carga mental significativa. En uno y otro síndrome es común que no existe acuerdo general constante en relación con su causa.
En última instancia, la fibromialgia es un trastorno de los mecanismos de percepción del dolor. Hoy, en pleno siglo XXI, aún no hemos descifrado la complicadísima fisiología de las vías de información del dolor y de sus mediadores bioquímicos.
Existen suficientes evidencias que señalan que la fibromialgia es una enfermedad de predominio femenino en una relación evidente. Efectivamente, la mayoría de las pacientes son mujeres y la prevalencia aumenta a partir de los 45 años. Existen fundamentos empíricos para pensar que la fibromialgia tiene algo que ver, también, con el climaterio. Además, 14.3% de mujeres describen como acontecimientos precipitantes de su proceso el inicio de la menopausia.
En la actualidad los criterios diagnósticos son más precisos y sobre todo los médicos estamos mentalizados a su presencia y frecuencia. El tratamiento debe individualizarse , y dado que no se conoce con exactitud la causa que produce esta enfermedad , se trata de forma amplia con ejercicio, psicoterapia y fármacos que pueden ir desde los antidepresivos, con la intención de aumentar la serotonina y la noradrenalina, o anticonvulsivos y antiepilépticos, que mejoran los dolores neuropáticos.