Leyendas de Pasión

Celia Arroyo

Psicóloga y psicoterapeuta

El amor dura sólo cuatro años. Al menos esta es la famosa conclusión de Georgina Montemayor, catedrática de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudios similares han situado a la pareja como un producto a consumir preferentemente entre los cuatro y los siete años.

En 2007, la diputada alemana Gabriele Pauli, perteneciente a la conservadora Unión Socialcristiana de Baviera, sorprendió al mundo con su propuesta de establecer contratos matrimoniales de siete años de duración.

¿Realmente el amor dura tan poco? Esta es una pregunta con trampa, porque para contestarla hay que pararse a pensar qué entendemos por amor. Si nos referimos a esa pasión de los primeros momentos, que nos nubla el entendimiento, esa en el que sólo él o ella existen y lo demás desaparece, entonces podemos afirmar que esa sensación va disminuyendo con el paso del tiempo. Un día nos levantamos y extrañamos las mariposas en el estómago, ese vigor, ese colocón de dopamina, y ¿cómo no hacerlo?, cómo no sentir nostalgia de esa experiencia maravillosa.

Es normal sentir añoranza de ese amor pasional. Lo que a menudo lleva a las personas a hacer el siguiente razonamiento: “No siento la misma pasión, así que ya no amo a esta persona, por lo que debería pensar en romper mi relación”.

Este es un asunto que se plantea a menudo en terapia y que es muy delicado porque cada situación es diferente, pero nos puede servir para reflexionar sobre las leyendas que hemos construido acerca de la pasión. El psicólogo social Carlos Yela habla del ‘Mito de la perdurabilidad (o de la pasión eterna)’, que describe como “la creencia de que el amor romántico y pasional puede y debe perdurar tras miles de días (y noches de convivencia)”.

La concepción del amor romántico data del siglo XII en Occidente y, pese a ser tan reciente, está férreamente arraigada en nuestras expectativas amorosas gracias al cine y la literatura. Estas ideas han pasado a formar parte de nuestro inconsciente colectivo hasta tal punto que es frecuente que una o las dos partes de la pareja tengan sentimientos de culpa y vergüenza por no ser capaces de emular la pasión erótica y romántica del comienzo de la relación y esa ansiedad les lleva a considerar la ruptura.

A este respecto comenta Christina Nehring: “Gracias a las enseñanzas de Kinsey y de ‘Cosmopolitan’, ahora sabemos que se supone que debemos hacerlo de tal modo y tantas veces a la semana, al día o al mes […]. La falta de deseo sexual en algún momento de nuestra vida se considera una enfermedad […]. Si otras generaciones se escandalizaban por la lujuria, la nuestra se escandaliza por la falta de lujuria”.

La presión social hacia la perdurabilidad de la pasión es altísima y ocasiona gran sufrimiento dentro de las relaciones de pareja. A ello se suma la infravaloración social de la ternura, que ha quedado relegada al ámbito de lo infantil, teniendo poca relevancia en la vida de los adultos.

Hay cierta tendencia a concebir el amor como algo estático, cuando se trata de una emoción dinámica, que varía con el tiempo. Eso no quiere decir que el amor se acabe. La pasión de los primeros momentos disminuye al mismo tiempo que aumenta la complicidad, la confianza, la intimidad, la ternura y el apoyo mutuo. El amor romántico se va transformando en lo que el psicólogo social Robert Stemberg denominó “amor compañero”. En sus investigaciones, Stemberg afirma que cuando esta tipología de amor se alcanza, es la más satisfactoria.

No todas las parejas evolucionan hacia el amor compañero. Para algunas, cuando la pasión desaparece, deja un vacío que no se llena con nada. Son las denominadas relaciones fatuas, aquellas en las que la intimidad nunca llega a construirse. En estas, poco se puede hacer.

Cuando tenemos complicidad con nuestra pareja, podemos reequilibrar la pérdida de la pasión saliendo de la rutina. Que nadie se lleve a engaño, el amor hay que alimentarlo si queremos que siga vivo. La pareja requiere un tiempo, un espacio y un esfuerzo que queda recompensado con creces cuando alcanzamos las mieles de lo que Javier Gomá denomina “el viejo amor”, porque, como señala el filósofo en su maravilloso artículo: “Y, con todo, nada como el amor. El amor es lo mejor. La amistad pertenece a los mortales pero el amor nos transporta a las cimas del Olimpo y nos asemeja a los bienaventurados dioses”.

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Para reflexionar:

  • Si echas de menos la pasión de los primeros momentos, piensa en qué es lo que te ofrece tu relación ahora y qué valor tiene para tí.
  • La intimidad, la complicidad, la confianza y la ternura son elementos importantísimos en las relaciones de pareja, alcanzarlos es todo un logro aunque no hayan sido tan mitificados como la pasión a través del cine y la literatura.
  • El amor hay que cuidarlo y hay cosas que podemos hacer para recuperar el deseo sexual en las relaciones de pareja.

RECOMENDACIONES LITERARIAS:

• De interés general: – Nehring, C.: ‘A favor del amor’. LUMEN

• De interés para psicoterapeutas: – Bowlby, J.: ‘Los vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida’. MORATA