“Hay gente que le llama amor a cualquier cosa, por ejemplo al parasitismo más feroz y destructivo”
Rosa Montero, ‘Zenobia Camprubí: La vida mortífera’
Así es como la escritora Rosa Montero describe el amor que Juan Ramón Jiménez sentía hacia su esposa. Tras leer el diario personal de Zenobia, la periodista relata en su libro ‘Historias de mujeres’, algunas de las manías del premio Nobel de literatura. Juan Ramón encerraba en el baño a su esposa mientras se echaba la siesta, pues le molestaba el ruido que ésta hacía caminando por la casa.
Esta viñeta en la que Zenobia queda confinada en una habitación es una metáfora de la restricción del espacio que ella ocupaba en la pareja. Conforma una imagen del mundo relacional de este famoso matrimonio.
Cuando Zenobia se casó con Juan Ramón, quedó fascinada por su obra literaria, que pasó a ser lo más importante en la vida de ambos, hasta el punto de que ella consagró su vida a facilitar la creación del poeta. Así lo expresa ella misma:
“Así como nunca enfoqué en mi juventud la idea de convertirme en maestra, muchas veces había pensado en un porvenir de escritora. Pero como no me casé hasta los veintisiete años, había tenido tiempo suficiente para averiguar que los frutos de mis veleidades literarias no garantizaban ninguna vocación seria. Al casarme con quien, desde los catorce, había encontrado la rica vena de su tesoro individual, me di cuenta, en el acto, de que el verdadero motivo de mi vida había de ser dedicarme a facilitar lo que era ya un hecho, y no volví a perder más tiempo en fomentar espejismos”.
Zenobia murió dos días después de que Juan Ramón consiguiese el premio Nobel. En palabras de Rosa Montero, “para Zenobia era la confirmación de que su existencia no había sido un desperdicio”.
Éste es el ejemplo de una pareja en la que uno de los miembros acapara toda la atención y el protagonismo. Es lo que Luis R. Guerra Cid denomina una personalidad narcisista: “son individuos que, cuando gozan de su poder, no sienten remordimientos para alcanzar sus fines, son realmente peligrosos. El individuo narcisista no deja espacio a los demás, tiene que ser el perejil en todas las salsas […]. Uno de los enormes problemas que presentan los narcisistas es que el amor suele estar enfocado primordialmente sobre sí mismos. O bien sólo se preocupan por ellos, o bien la forma equivocada con la que creen amar es la misma que aplican al prójimo”.
No necesariamente se trata de personalidades con grandes virtudes, como en el caso de Juan Ramón Jiménez. A menudo son personas corrientes que necesitan verse a sí mismos como especiales o superiores.
La personalidad narcisista se forja en la infancia. Suele ser la consecuencia de hijos que han recibido pocos halagos por parte de sus padres. A veces, éstos son también narcisistas y, como andan mirándose el ombligo, no confieren a sus hijos la atención emocional que necesitan. Puede ser también el resultado de padres que sólo reconocen afectivamente a sus hijos cuando éstos destacan en una destreza en la que el padre o la madre quisieron destacar y no pudieron; de tal forma que se educa al niño para ser un gran artista, un excelente atleta o un científico brillante.
Las personalidades con fuertes rasgos narcisistas buscan parejas que les idealicen, que fascinados por ellos renuncien a sus inquietudes y consagren su vida a ser espectadores de su ‘grandeza’. Pero éstos han de tener también alguna cualidad especial de la que el narcisista pueda presumir, por ejemplo, el atractivo físico. El arquetipo cinematográfico clásico sería el de la chica del gánster: mujeres espectaculares, a la sombra de hombres poderosos.
En estas relaciones, el narcisista ocupa todo el espacio, mientras su pareja va quedando anulada. ¿Pero quién soportaría a una persona así, que sólo se preocupa de sí misma, incapaz de mostrar empatía y que impide el crecimiento personal? Paradójicamente, se trata de personas que presentan lo que se denomina un “déficit narcisista”, es decir, no han desarrollado ese sentimiento de grandeza que todos necesitamos para alcanzar una buena autoestima. Al tener una relación con alguien a quien idealizan y que en su fantasía tiene todo aquello que ellos quieren y no tienen, sienten que compensan su déficit. Sienten los éxitos del narcisista como suyos pues creen que ellos no serían capaces de tales logros. Se podría decir que su identidad se fusiona con la de su pareja: viven a través de ellos. Son “la señora o el señor de” y ése es su mayor éxito.
Estas parejas constituyen lo que Carlos Rodríguez Sutil denomina un “trastorno narcisista en espejo”, en el que ambos padecen un trastorno narcisista: uno por defecto y otro por exceso.
Al final de su vida, Zenobia enfermó de cáncer. Cuenta Rosa Montero que “en estos últimos años, Juan Ramón ha comenzado a darle a Zenobia lo que antes le escatimaba: la certidumbre de su lugar histórico como musa del genio”. La musa del genio forma parte de la genialidad, sin él, éste no existe; aunque, por supuesto, al genio narcisista le cueste reconocerlo, pues le resta protagonismo.
Sabemos que Zenobia sufrió mucho en su relación con Juan Ramón, pero hay quien puede pensar que fue por una noble causa. Éste es el perverso resultado cuando el narcisista tiene una cualidad que la sociedad admira. La historia de Zenobia y Juan Ramón puede disfrazarse de un romanticismo casi ascético. Ella, enamorada de la poesía, dedicó su vida a facilitar la creación del genio.
Sin embargo, en la mayoría de las relaciones que hemos descrito, el narcisista no posee grandes cualidades más que en su imaginario (y en el de su pareja). Son personas con vidas corrientes, por lo que el sometimiento no puede ser disfrazado de romanticismo.
Las personalidades narcisistas raramente acuden a terapia, sólo cuando por algún motivo pierden su sentimiento de omnipotencia, dando lugar a menudo a un cuadro depresivo. Es más frecuente que sea el ‘espejo’ del narcisista el que acuda a terapia, generalmente como consecuencia de sus sentimientos de culpa y baja autoestima. Cuando estos sentimientos se elaboran y se puede comprender qué les llevó a emparejarse con personas ‘omnipotentes’ hay una posibilidad de cambio, de recuperar la identidad y el espacio perdido.
Recomendaciones literarias de interés general:
Recomendaciones literarias para psicólogos y psicoterapeutas:
- – Guerra Cid. L.R.: ‘El clavo ardiendo’. OCTAEDRO
- – Rodríguez Sutil. C.: ‘Psicopatología psicoanalítica relacional’