¿Somos buenos padres?, conversaciones con Rosario Castaño

Rosario Castaño y Celia Arroyo protagonizan esta sección. Ambas son psicólogas y terapeutas relacionales, pero cada una pertenece a una generación distinta. Ambas intercambian su punto de vista sobre distintos aspectos de la actualidad femenina.

C.A.: Cada vez buscamos más información en internet sobre métodos para educar a nuestros hijos ¿Se sienten los padres y las madres inseguros a la hora de ejercer este rol?

R.C.: Nadie sabe cómo ser padre o madre, pero creo que en los últimos años estamos más inseguros en este terreno. En mi opinión, se está mirando casi exclusivamente hacia los libros y programas de autoayuda y se olvidan de mirar hacia su propia experiencia y la de sus padres, es como si la cadena de padres se hubiese roto y los futuros papás y mamás pensarán: “yo voy a hacerlo mucho mejor que mis padres, tengo muchas más posiblidades” y ya no interesase la opinión de éstos… algo que se ha dado en todas las generaciones, uno quiere hacerlo igual o mejor que lo han hecho sus padres, pero ahora parece ser que se quiere alcanzar lo ideal, lo excelente en cuanto a cuidados y educación de los hijos y eso acarrea el peligro  de estar ahí solo para evitar que el hijo tenga algún problema o contratiempo.

C.A.: ¿Pero  no crees que el hecho de que los padres y madres lean sobre psicología infantil y sobre educación implica curiosidad por saber cómo ven el mundo sus hijos y cómo comunicarnos mejor con ellos?

R.C.: Sí, por supuesto, siempre es bueno querer saber y estar informado. Por una parte, es bueno acudir a la lectura y por otra, es muy interesante que seamos reflexivos, pues cuanto más profunda es la comprensión que tenemos de nosotros mismos más profunda y eficaz es la relación con nuestros hijos.  ¿por qué? porque cuanto más nos conocemos y más aceptemos nuestras vulnerabilidades más seguridad y bienestar emocional podremos brindarles a ellos. Ser padres no es hacerlo siempre perfecto, es simplemente hacer cosas, transmitirles los hobbies, los gustos, dedicarles tiempo, pero tiempo de disfrute, no tiempo de vigilancia. Hay un dato curioso, aunque se haya tenido una infancia difícil, si podemos dar sentido a nuestras experiencias infantiles, no estaremos abocados a repetir las mismas experiencias negativas con los hijos, sin embargo si solo huimos de nosotros mismos y nos dedicamos a buscar fuera lo mejor para la educación, con toda seguridad, transmitiremos las experiencias negativas de generación en generación.

C.A.: El tiempo de disfrute es sin duda importante pero ¿Qué pasa con el tiempo de los límites?

R.C.: Como psicoterapeutas, tú sabes que somos testigos de las historias infantiles que relatan nuestros pacientes, y una de las quejas más frecuentes suele ser la de la falta de autoridad de los padres… ¡Hay que poner límites! Recuerdo un artículo tuyo en el que decías, si no tienes padres, si tus padres se convierten en tus amigos, es que te has quedado huérfano. Me encantó esa expresión: dejar huérfanos a tus hijos es no ejercer de padres. Los límites indican implicación emocional  y eso requiere tiempo y ese uno de los grandes problemas que tienen los padres hoy en día, que no tienen tiempo y suelen compensar la falta de éste con recursos materiales.

C.A.: A veces veo a los padres tratando de explicar a sus hijos por qué no pueden hacer esto o lo otro y echo de menos el “No, porque lo digo yo que soy tu padre/madre”. ¿Tenemos que explicárselo todo a los hijos?

R.C.: No, no hay que explicar tanto. Soy tu padre/madre y esto no se hace porque a mí no me gusta y por aquí no paso. Tiene que haber comunicación entre padres e hijos, pero la comunicación no siempre es hablar, explicar. La palabra está sobrevalorada, comunicarse es también escuchar y acompañar.

Para poner limites a los hijos se necesitan tres elementos fundamentales:

  1. Que padres e hijos estén en sintonía emocional, que los padres puedan entender qué le pasa a su hijo.
  2. Que los padres puedan regular emociones, tanto de enfado como de euforia.
  3. Que haya conexión emocional entre el adulto y el niño, que éste entienda el mensaje en el sentido de “esto es bueno para ti porque es bueno para mi también, es bueno para los dos”

C.A.: ¿Qué otros problemas crees que tienen los padres hoy en día?

R.C.: Que están muy asustados, muy preocupados por ser perfectos, viven en los ideales. Ser padre o madre, implica que tú tienes una personita al lado, una personita que no sabe nada de la vida, que va a ir contigo de la mano; entonces si en lugar de llevar una mano que acompaña, lleva una mano asustada, el niño o la niña no aprenden a calmarse. Un adulto que en su crecimiento no ha aprendido a calmarse recurrirá a elementos externos como las drogas para tranquilizarse.

C.A.: ¿Qué quieres decir cuando dices que los padres viven en los ideales?

R.C.: Vivimos en un mundo de ideales. Piensa en las redes sociales, en Facebook, por ejemplo, todo el mundo cuelga su foto más bonita, la mala no la cuelga.  Colgamos fotografías ideales “mis niños, mira qué guapos son”, les estamos obligando a que sean hijos ideales  y nosotros tenemos que ser padres ideales, que es sinónimo de total impotencia, de frustración. Este mundo de imágenes perfectas nos lleva a la confusión, a un mundo inalcanzable, en el que no hay cosas feas ni sentimientos negativos. No podemos aislar a los niños de la tristeza, del aburrimiento, de los días grises metafóricamente hablando. Tenemos que mostrar a los niños que la realidad es bonita precisamente porque tiene luces y sombras.

C.A.: Los psicólogos utilizamos mucho el concepto de D. Winnictott de “una madre suficientemente buena”, ¿Cómo explicarías a los padres de hoy qué es ser suficientemente buenos padres?

R.C.: Winnicott conocía muy bien acerca de la relación madre/hijo al ser pediatra y psicoanalista y lo que él defendía no era una madre perfecta sino una madre que mostrase su verdadero self, su manera de ser más genuina…. Unos padres suficientemente buenos son unos padres que pueden estar con sus hijos de manera genuina, mostrándoles distintas emociones y distintas caras del mundo. Ayudándoles a calmar la angustia y la frustración que a todos nos supone saber que el mundo no es perfecto. Los niños necesitan amor, disciplina pero también necesitan al adulto siendo cómo es, no como alguien que actúa exclusivamente su rol de padre o de madre.

C.A.: ¿Qué les dirías a los padres que nos leen y que están preocupados por hacerlo bien?

R.C.: Que confíen en sí mismos un poquito más y que no pasa nada si se equivocan. Les diría que recurran a los libros, pero también a los abuelos, que la familia se relacione con los hijos es bueno para crear jóvenes más seguros y confiados, pues podrán desarrollar con más facilidad capacidades esenciales como la compasión y la empatía, y por lo tanto serán adultos capaces de mentalizar y de una tener una mayor reflexión interna.

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